No molesten, por favor...

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martes, 9 de septiembre de 2025

 A Rick Davies (1944-2025), in memoriam.

Calculo que en 1976

Fue ayer, ya entrada la noche, cuando casi por casualidad leí que Rick Davies había fallecido en su casa de Long Island hace apenas unos días. Hoy al levantarme he decidido dedicarle unas líneas a este artista cuya obra tanto me ha acompañado a lo largo de mi vida. Para quien no lo sepa, Rick Davies fue el fundador y teclista principal del grupo británico Supertramp, grupo fundado en 1969 y que, con periodos más o menos largos de inactividad, extendió su carrera hasta 2015, cuando Davies fue diagnosticado de una mieloma múltiple, un tipo de cáncer que ha sido la causa última de su fallecimiento. Rick Davies fue siempre un hombre discreto, introvertido, poco amante de las multitudes y reacio a los homenajes. La repercusión mediática de su muerte ha sido escasa; aunque en internet  puedan encontrarse cientos de vídeos publicados en su recuerdo en estos últimos días, en realidad muy poca gente sabía quién era Rick Davies, al menos en comparación con personajes cuya muerte causó un impacto mucho, mucho mayor.*
 
*Pensemos en la conmoción que causó la muerte de personajes como Jimmy Hendrix, Freddy Mercury, Michael Jackson, Amy Winehouse... Frente a ellos, Rick Davies era un desconocido. Por otro lado, hace ya tiempo que tengo claro que los creadores provenientes del mundo anglosajón juegan con ventaja en el mundo del arte y de la cultura. Y así, estoy muy seguro de que William Shakespeare, Mick Jagger, Julia Roberts y otros muchos cientos de escritores, músicos y actores serían personas casi desconocidas si hubieran nacido en Bulgaria o en Laos. No obstante, con el mismo rigor afirmo que algunos de ellos sí merecen estar en el Olimpo de los grandes creadores. No daré nombres, pero en mi opinión uno de ellos es Rick Davies.

Richard Davies nació en una pequeña ciudad del sur de Inglaterra en 1944, en el seno de una familia de clase trabajadora y con pocos recursos. Desde pequeño empezó a sentir que lo único que le interesaba era la música. En una gramola de segunda mano que le regalo su padre, Rick escuchaba sobre todo jazz y empezó a admirar al baterista Gene Krupa, que se convirtió en su ídolo en aquellos años. Su primera batería se la fabricó con cajas de cartón y ollas sacadas de la cocina. Poco después, en casa de una tía suya empezó a practicar los instrumentos de teclado con un piano de pared que su tía le dejaba tocar durante la visitas que le hacía. Como tantos otros músicos de su generación (y de casi cualquier generación), Davies fue un artista autodidacta que aprendió con lo poco que iba cayendo en su mano. Apenas hay grabaciones de Davies tocando la batería (casi todas de 1973, como músico de estudio para otros artistas), pero quienes han convivido con él aseguran que era un percusionista extraordinario. No obstante, él finalmente prefirió centrarse en los teclados y usar también la armónica en algunos segundos planos. Rick Davies era perfectamente consciente de que él no era un gran músico, llegando a afirmar en varias ocasiones que él era "un pianista y un cantante del montón", que los había mucho mejores que él, pero que tuvo la suerte de que, por alguna razón, su forma de interpretar llegara y gustara a un público más o menos amplio, lo que le permitió disfrutar del lujo de vivir de la música. No obstante, traigo aquí la opinión de su amigo Gilbert O'Sullivan, conocido cantante de éxito mundial durante muchos años, y que fue compañero de fatigas de Davies durante varios años a mediados de los años 60: "He de decir que fue Rick Davies quien me enseñó todo lo que yo sé sobre música". Pues eso.

Normalmente no es nada fácil definir ni catalogar la música de casi ningún grupo o cantante, teniendo en cuenta la cantidad de influencias que suelen recibir y la evolución que suelen tener a lo largo de sus distintos periodos de actividad. En el caso de Supertramp, todavía es más difícil intentar clasificarlos. Tengamos en cuenta que la banda creada por Rick Davies era casi la única -de entre las grandes conocidas- que en los años 70 colocaba en el escenario un piano de cola, que llevaba al menos un instrumentista de viento fijo (saxofón-clarinete), y que hacía de los teclados la base de su instrumentación (había veces en que tres de los cinco miembros estaban sentados al teclado). Posteriormente fue habitual en el escenario un segundo instrumentista de viento (trompeta-trombón) y un segundo percusionista. Nunca se pusieron un pendiente ni se pintaron un ojo. Ni dieron ningún escándalo. Daban poco juego al chismorreo en el mundillo de las estrellas de la música moderna. De hecho, la mayoría de las "Historias de la Música Rock" apenas los mencionan. La única imagen que vendían era la que llevaban puesta, la de gente bastante normal. Sin más. Como el propio nombre del grupo indica, eran unos "supervagabundos".

He de añadir que Supertramp tenían algo más que los hacía especiales frente otras bandas. En efecto, la función de cantante principal se la repartían la voz barítona y áspera de Davies y la voz de tenor alto de Roger Hodgson. Ambos cantantes principales fueron también los compositores casi exclusivos de la obra Supertramp. Pero había diferencias importantes que merecen mencionarse. Resumiendo, diré que Davies era un amante del jazz, un hombre que percibía el mundo con los pies en el suelo y con realismo, una persona de condición y espíritu humilde y de carácter tímido; por su parte, Hodgson -que venía de una case social bastante más acomodada- era amante de los Beatles, vegetariano, soñador, eterno viajero por los mundos del espíritu. El difícil encaje de ambos mundos se aprecia en la obra del grupo hasta 1983, fecha de la salida de Hodgson en busca de su -escasa- carrera en solitario. Pese a la dificultad y el riesgo que implica, voy a tratar de catalogarlos, afirmando que el grupo liderado por Rick Davies (en el marco de las características instrumentales y vocales que más arriba menciono) hacía una especie de blues progresivo, añadiendo elementos de fantasías musicales provenientes de otros campos de la música. Como alguien dijo, eran maestros en "crear ambientes de tensión sonora que resolvían de manera sorprendente...".


Ya casi llegando al final de este pequeño homenaje, diré que lo que más me atrajo de Davies desde que empecé a conocer su obra (hacia 1981) fue su manera tan propia de concebir la música. Los sublimes e inefables solos de piano en School o en Child of Vision; sus desgarradoras interpretaciones vocales en Asylum o en Brother...; las sorprendentes arquitecturas musicales que crea en Rudy o en Gone Hollywood; esos acordes de piano tan suyos, que se te quedan clavados en la memoria de las grandes cosas de la vida; ese registro vocal tan amplio, entre el agudo de Shadow's Song y el barítono -casi bajo- de It's a hard World. Por todas esas cosas, gracias, Rick. Fuiste más grande de lo que la mayoría de los entendidos van a ser capaces de ver. Es el destino de muchos grandes artistas; la gloria se la llevarán otros. Pero sentía que debía escribir unas líneas para ti**. 

**Es la primera vez que hago este tipo de artículos con ocasión de la muerte de un personaje. Y sé que solo volveré a hacerlo -si aún estoy vivo- cuando algún día nos deje Andy Latimer, el fundador y alma de Camel. 

Quería dejar un enlace a alguna canción de Rick. En principio pensé en alguna de sus obras maestras, quizá Crime of the Century o Another Man's Woman. Pero finalmente voy a optar por algo más modesto. Se trata de Ever Open Door, canción -bastante acústica- que cierra el disco -bastante sinfónico- que Supertramp publicó en 1985. Es de las más sencillas que Davies escribió en su carrera. La instrumentación es solo de piano y un poco de sintetizador de fondo. La voz sorprende por su versatilidad. Sus tres minutos son suficientes para apreciar que para Rick Davies la palabra "canción" significaba algo muy personal, lejos de lo convencional. 

https://www.youtube.com/watch?v=y3sKcns_51g



jueves, 28 de agosto de 2025

 Pero, ¿de verdad que no lo ven...?

Hace ya tiempo que no publico; y me temo que cada vez publicaré menos. Me da pereza. Es como predicar en el desierto, pero elevado a la sexta potencia. Y es que, además, tampoco me gusta repetirme ni ponerme pesado. Lo que tenía que decir ya lo he dicho varias veces y valga como resumen lo que recogí en mi artículo anterior, que titulé "Pido perdón...", publicado hace ya unos meses. Pero hoy me apetece sentarme y escribir de nuevo un poco. Es casi como el deseo de hacer algo que me ayude a sentirme aliviado intelectual y moralmente. 

En esta ocasión he decidido centrarme en una pregunta que me hago desde mi juventud: ¿Para qué sirve que la ciencia avance, que se construyan cosas positivas, que se trate de crear un mundo más bonito y más justo, si en cualquier momento puede llegar un ejercito "enemigo" y destruirlo todo en muy poco tiempo?; ¿para qué sirven tantos y tantos años de esfuerzo, de avance, de intentar que la razón y la bondad triunfen sobre la ceguera intelectual, si sigue siendo perfectamente legítimo que se descarguen bombas sobre la población, sobre las viviendas y sobre los campos...?; ¿para qué queremos enviar una nave tripulada a Marte, si aquí somos incapaces de solucionar ni una sola guerra? ¿De verdad que los dirigentes y las personas de a pie -ricos o pobres- no lo ven...? 

En algún lugar, por alguna razón "importante"...

Es evidente que el mundo es con frecuencia un lugar inhóspito y que son inevitables las catástrofes naturales que todos conocemos. Pero que un avión descargue una bomba sobre un "objetivo" (ya sea civil o militar, porque al final las víctimas serán también personas) es algo completamente evitable. Si no lo vemos así, tenemos que tener claro que somos muy ignorantes y que como especie inteligente hemos fracasado. Y a día de hoy, para mí lo peor no es que la humanidad haya creado una estructura sociopolítica absurda, cruel y autodestructiva; lo peor es que nadie (ni siquiera desde posturas "avanzadas") parece poder ver que para salir de ahí hay que construir otro edificio con otras bases. Vayamos al principio.

La vida en nuestro planeta surge tras una larga evolución que solo puede intentar comprenderse acudiendo a los esfuerzos que la ciencia va haciendo -a lo largo de generaciones y de siglos- por dar una repuesta racional a las dudas que cualquier mortal va planteándose a lo largo de su vida. Y es todo tan, tan complejo, que ni siquiera la ciencia va a poder explicar ni solventar muchas de las dudas que nos planteamos. En términos de cronología geológica, el homo sapiens (¿de verdad sapiens significa sabio...?) surge casi al final del cuento. La existencia de esta nueva especie es en realidad muy parecida a la de cualquier otro ser vivo que haya tenido un poco de entendimiento y que haya podido existir. Es decir, con gran esfuerzo trata de comprender qué hace aquí y trata de adaptarse al medio que le rodea y lucha por sobrevivir. Tras una larga evolución, acaba por vivir en sociedad y crea unas instituciones políticas destinadas a regular la convivencia  interna de cada grupo y a fijar las relaciones con otros grupos externos. Para ayudarse en su lucha por la supervivencia, cada nueva sociedad que va surgiendo- o si se prefiere, cada civilización- siente que necesita la ayuda de seres trascendentales superiores (dioses, deidades, fantasmas de todo tipo); y también siente que necesita forjar la idea de unidad del grupo frente a eventuales enemigos externos que pudieran atacarles. Surgen así las castas sacerdotal y guerrera. Y todo podría resumirse en lemas como "Dios, patria, rey", "Todo por la patria", "Patria o muerte", "Patria, socialismo y victoria" y otros parecidos cargados de grandes palabras y que tienen algo en común: se advierte y se justifica que, llegado el caso, se hará uso de la violencia para vencer a quien no piense como nosotros, para vencer al enemigo. 

Pero, ¿quién es el enemigo? Sí, ya sé que puede haber muchas clases de enemigos, dependiendo de si estamos ante una lucha identitaria nacional, religiosa, económica, social, deportiva... Y aquí creo que llego al punto donde yo quiero llegar, y hago otra pregunta, que en realidad recoge varias juntas: ¿de verdad que no podemos ver que no se puede construir nada (pero nada) peleando unos contra otros; que las verdades absolutas -esas que parecen justificar la violencia- no existen; que si no se rema en la misma dirección no se puede llegar a puerto...?

Desgraciadamente, el socialismo histórico (en sus diversas corrientes y maneras de aplicarse en la práctica) fue incapaz de librarse de ciertas cargas y lastres que lo inhabilitan para seguir postulándose ante la historia como opción decente para el futuro. En efecto, aquellos países socialistas seguían alentado el patriotismo y seguían fabricando armas. Y, aunque en principio ya no creían en Dios, habían hecho del marxismo una religión y de cada párrafo extraído del Das Kapital, una verdad absoluta. Se cambia una ceguera por otra; pero seguimos ciegos. Porque seguimos sin darnos cuenta de que nuestros instintos más básicos, si no los controlamos, nos van a llevar a violentar, a destruir y a hacer que se derrame sangre (ajena, pero a veces incluso también sangre propia) para defender unas causas aparentemente muy justas, de las que estamos muy convencidos. Pero hemos de tener claro que la única revolución que será válida será aquella basada en la razón, la mesura, el amor y el deseo de paz. Si no es con estos mimbres, esa revolución no valdrá. Y punto.

Cada día me pone triste ver que incluso las ONG más avanzadas no vean más allá de sus narices. Por ejemplo, Médicos sin Fronteras pide que no se bombardeen hospitales, pero no veo que diga nada de que puedan bombardearse otros objetivos; Save the Children hace mucho  hincapié en evitar que los niños sean víctimas de los conflictos armados, pero no veo que mencione a otras eventuales víctimas; y todas aquellas organizaciones que luchan contra las minas antipersonales o contra las armas atómicas, parecen olvidar que también las armas convencionales matan y destruyen de manera igual o muy parecida. Pero, ¿de verdad que no lo ven...? La solución que se plantee tiene que ser -al menos en teoría- general y para todos. Porque si no es así, no va a valer. 

Ojalá que la Organización de las Naciones Unidas vea algún día estas cosas como yo las veo. Y que pase a denominarse algo así como Organización de los Seres Humanos Unidos. Y que comprendamos que los pueblos oprimidos no van a dejar de serlo porque creen un estado propio nuevo, con sus fronteras, su ejército, sus leyes de extranjería y su sillón en la ONU. Dejará de haber pueblos oprimidos y dejará de haber muertes injustas e inútiles (incluyendo las de aquellos emigrantes que mueren en el camino por llegar a una vida mejor) cuando desde la educación se desmonte el absurdo edificio que nos ha llevado al sitio donde estamos desde hace miles de años, y que parece no tener salida. 

Y a todos los grandes imperios, sean del tipo que sean, les recuerdo la conocida locución latina que tanto me gusta: Sic transit gloria mundi... Esos imperios no deberían haber existido, pero que no lo duden: caerán.

Un saludo a todos. Vuelvo a mi rincón, con mis cuatro lápices de colores y mis pocos libros.

 
¿No es mejor así...?

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Texto en esperanto: https://pacamondo.blogspot.com/2025/08/sed-cu-vere-ili-tion-ne-vidas.html