No molesten, por favor...

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martes, 21 de junio de 2016

  Hablaré brevemente sobre el Brexit.

 Faltan dos días para la celebración del referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Por tanto, no sé cuál será el resultado. Y escribo este artículo sin saber qué pasará.

   Lo cierto es que a nivel puramente jurídico da casi igual cuál sea el resultado. Porque aunque la victoria sea de los partidarios de la permanencia, el Reino Unido seguirá gozando de un status especial con una serie de privilegios y excepciones que han ido arañando a lo largo de los últimos 40 años. La historia de la Unión Europea desde la entrada de Gran Bretaña en 1973 es la historia de legislar según el gusto del gobierno de Londres. No se ha avanzado más hacia la plena integración de los pueblos de Europa y hacia una Europa más social porque Londres no quería. Así de sencillo.

   Gran Bretaña no firmó el Acuerdo de Schengen. Ni todo lo referente a la moneda única. Y aplica excepciones en un buen número de acuerdos, directivas y reglamentos europeos. Son miembros del club... pero sólo para algunas cosas.

   Siempre he dicho que el nacionalismo es ese sentimiento atávico que parece acompañar a casi todos los seres humanos desde siempre. Un sentimiento que, en pequeñas dosis, puede resultar hasta poético. Pero que, en dosis excesivas, resulta irracional y destructor. El nacionalismo se siente en todos los rincones del mundo. Desde los "grandes imperios" hasta las pequeñas regiones, todos van con su "bandera" y su himno... Pero es que en el caso del nacionalismo inglés, todo esto adquiere un grado más... o dos.

   Y es que, mientras en todo el mundo se usa el sistema universal de medidas (metros, litros, kilos, etc) en el Reino Unido (y en otros países anglosajones) siguen midiendo en millas, pies, pulgadas, galones, libras, etc, etc. Y conducen por la izquierda. Y miden la temperatura en grados Fahrenheit... ¿Es una gracia?; ¿o un desafío? ¿Algo sin importancia? No lo sé. Da casi igual. Pero resulta curioso que incluso en las esquinas más  recónditas de Mongolia o de China se use el Sistema Internacional de Unidades. Pero en Londres, no.


  La gran "preocupación" de los defensores del Brexit parece ser el tema de la inmigración. Es curioso. Un país que ha invadido militarmente medio mundo, no quiere que entren allí inmigrantes. Han impuesto su gobierno, sus costumbres y su lengua en más de 60 países, casi siempre manu militari. Han robado riquezas de aquí y de allí. Recordemos que los súbditos de su Graciosa Majestad se llevaron hasta los frisos del Partenón de Atenas... Y ahora no quieren que entre allí nadie. ¡Qué bonito!... ¿Acaso los demás apestan...?

  No todos los británicos son así. Ni mucho menos. Las encuestas nos muestran que no es así. Y, además, puedo decir que conozco a muchos que son firmes partidarios de permanecer en la Unión con Europa y de colaborar con el resto del mundo. En plano de igualdad. Que incluso desean tener el euro como moneda y prescindir de la libra esterlina y de cualquier otro privilegio. Gentes que colaboran y ayudan a un mundo más justo y más integrado. Que respetan las demás culturas. Y que representan lo mejor de la investigación científica y cultural en el mundo. Y son británicos. Pero esos defensores de la salida de la UE, esos nacionalistas chauvinistas que lanzan esos mensajes de "mi país, mi país, mi país...","de fuera no quiero nada", "quiero estar solo..." esos, me resultan vomitivos. Así de sencillo.


   Pese a todo lo que comenté en los párrafos iniciales de ese artículo, creo que lo mejor para los europeos y para el resto del mundo es que el Reino Unido permanezca en la Unión Europea. Ojalá que venza la razón, el humanismo y el deseo de integración y equidad de esos muchos "otros" ciudadanos del Reino Unido que no quieren aislarse. Es lo que hubiera deseado Jo Cox, parlamentaria laborista asesinada hace unos días por un loco que, no por casualidad, era defensor de "mi país, mi  país, mi país...". Quiero desear desde aquí suerte a los partidarios del "Quedarse". Ojalá ganen. De lo contrario, estaríamos dando un triste paso hacia atrás en la lucha por conseguir un mundo donde se aspira a la paz, a la fraternidad, al equilibrio y a la razón.