No molesten, por favor...

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martes, 23 de junio de 2020

EL COVID-19 Y EL NECESARIO NUEVO ORDEN DE LAS COSAS


   Se cumplen ahora 3 meses desde el artículo en el que daba mi opinión acerca del impacto que el coronavirus podía tener sobre el mundo. Siendo yo un casi perfecto lego en la materia médica, lo único que podía recoger no eran más que un puñado de generalidades, tratando de hacer ver que este desastre debía ser aprovechado en sentido positivo para crear un mundo más solidario y más pacífico.

   Desgraciadamente, sigo teniendo escasísimos conocimientos en medicina y en epidemiología. Pero en mi faceta de observador de la realidad no puedo sino seguir constatando que, más allá de toda esta tragedia sanitaria y humana, el ser humano -si es que quiere seguir autodefiniéndose como "sapiens"- ha de abandonar para siempre "verdades intocables" que ha ido construyendo durante milenios. 

   Desgraciadamente, quienes saben de medicina auguran todavía un largo sufrimiento para la humanidad. Aquellos que dirigen el mundo deben aprovechar para sentar las bases de un nuevo orden de las cosas. Dado que el ser humano no había previsto ningún "Plan B" para cuando llegase algo así, es el momento de hacerlo ahora.

   Quienes me conocen saben que simpatizo con alguna forma de anarquismo. Y que soy agnóstico. Y que, aunque desde un punto de vista jurídico-político soy ciudadano del Reino de España, emocionalmente soy un perenne "ciudadano del mundo", a la vez que un hijo de las calles que me vieron jugar siendo niño, especialmente las calles del pueblo de mis padres. Pero soy consciente de que cada individuo puede -debe- pensar a su manera y ser distinto a mí. Y que para que la convivencia sea posible, todos hemos de dejar de lado gran parte de nuestras ideas y de nuestros deseos. El mundo no se puede construir en medio de una lucha de "unos contra otros". Son necesarios puntos de encuentro y tener muy claro que "cooperar es siempre mejor que competir".


  El COVID-19 es una pandemia que, al igual que cualquier otra pandemia, tiene el "efecto colateral" de igualar en gran medida a los habitantes de cualquier lugar donde golpee. Cierto es que los más "pudientes" económicamente pueden seguramente "escapar" a sus efectos con más facilidad. Pero tampoco es una garantía. Hemos podido ver que personas de alto nivel político, económico o social, se han visto también afectadas. Por tanto, está claro que a la hora de la enfermedad y de la muerte, la democracia se pone en práctica de manera efectiva. Sin titubeos. Sin privilegios. 

   En efecto, el virus no se detiene ante ninguna frontera, ya sea provincial o estatal; ni se detiene ante ninguna puerta; ni ante ninguna cuenta corriente. Todo lo que el "homo sapiens"(¿?) ha construido concienzudamente durante milenios se viene abajo. Y, aunque muchos tardarán en aceptarlo, el capitalismo tiene los días contados. La competitividad y el "crecimiento continuo" son ya inasumibles. El turismo de masas no volverá. La iniciativa privada no puede salir de este pozo. El poco trabajo que quede hay que repartirlo. El dinero (ese invento contraproducente que, a la hora de la verdad, no es más que un papel o un metal que no sirve para nada) ha de tener otra utilidad distinta. Como conclusión, habría que decir que los poderes públicos, en tanto que representantes del interés general, han de asumir un papel protagonista en la nueva estructuración social. No cabe otra.

   Pero, ¿qué vendrá ahora? Evidentemente, yo no lo sé. Pero desde aquí quiero exhortar a quienes dirigen los destinos del mundo para que comprendan que hay cosas que no se pueden permitir por más tiempo. Las discriminaciones por razón de raza, sexo, nacionalidad, origen social y tantas otras, han de ser descartadas para siempre. Los recursos del planeta son para su uso equilibrado entre todos sus habitantes. Sé muy bien que no es tarea nada fácil proceder a un uso justo y equitativo de los recursos; pero tan inaceptable ha de ser (jurídica y éticamente) la figura del millonario -por más "benefactor" y "filántropo" que pueda ser- como la del mendigo que duerme en la calle. Los recursos naturales son para hacer un uso racional de ellos y no para entregarlos a la avaricia de determinadas empresas e individuos que buscan solo su interés particular. 


  Y termino. Y lo hago copiando las palabras de 3 textos (los dos primeros tiene un carácter jurídico-político y el tercero es religioso) que no son nada sospechosos de ser "anarquistas" ni de ser "antisistema". Aquellas personas que critican que determinados gobiernos den ayudas a los más necesitados; aquellos que en mi país -España- aseguran defender la "constitución" por encima de todo; aquellos que todavía ligan la religión a una forma de salvación "personal" y la utilizan como arma contra alguna forma de "comunismo", por favor, que lean estos tres textos. Porque es necesario llegar a un punto de encuentro entre los distintos grupos ideológicos que existen. Y si yo, un anarquista antisistema, puede firmar como aceptables y necesarios el contenido de los párrafos que siguen, seguro que otros, ideológicamente mucho más "moderados" y "centrados" que yo, podrán también hacerlo.

Veamos esos textos:

1.- "España se constituye como un Estado social y democrático de derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político" (art. 1 de la CE de 1978)

2.- "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros" (art. 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos)

3.- "Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me cubristeis... De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis."(Mateo, 25, 35-40).






    

martes, 24 de marzo de 2020

REFLEXIONES AL HILO DEL CORONAVIRUS

   Hacía ya tiempo que no escribía en este blog. Pensé incluso en no añadir ningún artículo más. Pero con la crisis global producida por el coronavirus -siendo más precisos, por el COVID-19- y, tras observar durante un par de meses las reacciones de ciudadanos, gobiernos, profesionales de la salud, corrientes de opinión, etc, voy sacando algunas conclusiones que me gustaría poner por escrito. Y lo hago sabiendo que es probable que "lo peor esté todavía por llegar" y que, por tanto, muchas de estas reflexiones podrían parecer descabelladas según vayan sucediéndose las próximas fases de la pandemia.

   Yo nací en España en 1965; es decir, nací en un país "del norte" que se encontraba "en vías de desarrollo". Con esto quiero decir que no he pasado hambre y que, además, he tenido la suerte de no verme en medio de ningún conflicto armado. Cierto que he visto llegar y pasar un buen puñado de "crisis económicas" y que he seguido por los medios de comunicación un número excesivo (siempre es excesivo) de conflictos armados que se desarrollaban en distintos puntos del planeta. Pero nunca he visto nada como la alarma y la lucha actual del mundo ante el COVID-19. Y, al igual que hacen casi todos los ciudadanos, observo con interés la evolución de los acontecimientos. 



   Sin perjuicio de dar todo mi apoyo y cumplir las medidas tomadas por las autoridades, sigo pensando que la cobertura mediática que, desde su inicio, está recibiendo el coronavirus es excesiva para el grado de prevalencia que muestra la enfermedad. Por más que sean cifras altas -y muy preocupantes- las de los afectados y muertos, siguen siendo muy bajas en comparación con las cifras que ocasionan habitualmente otras enfermedades infecciosas (tuberculosis, malaria, gripe común) y los conflictos armados en el mundo. Y, sin embargo, el tiempo dedicado a estas otras "plagas" es 100 veces menor. ¿Por qué sucede esto? No lo sé. Quizá algún día pueda alguien explicármelo, aunque el hecho de que la pandemia afecte en gran medida a los países "ricos" sin duda influye en la importancia que se le está dando.

   Pero no es ese el objetivo de este artículo. Porque lo que intento con estas líneas es poner por escrito lo que voy observando en relación a las tendencias que se van produciendo en distintos aspectos: políticos, económicos, sociales, medioambientales, ideológicos e incluso éticos. Y es que podría ser que estuviéramos creando las bases para "un mundo mejor". Y puede que esas bases sean sólidas, sin derogación posterior de los avances adquiridos, como desgraciadamente ha ocurrido en estas últimas décadas con muchos derechos sociales. 

   Es decir, lo que no consiguieron los filósofos, las revoluciones, el movimiento obrero, las décadas de comunismo real, las guerras (mundiales y locales, "frías" y "calientes"), las diversas "crisis del petroleo", las frecuentes "caídas de las bolsas", el cambio climático y otras muchas enfermedades en forma de pandemias, puede que lo consiga la reacción global ante el coronavirus. Me explico.

     Trataré de ser breve y me limitaré solamente a 3 aspectos. Y así, entiendo que son realidades objetivamente constatables las siguientes:

1.- La caída en el crecimiento económico está permitiendo observar una mejoría notable en el medio ambiente del planeta. Es decir, es evidente que una caída de la producción y del consumo mejorará las condiciones medioambientales. Por otra parte, la mayoría de los ciudadanos de los países ricos empiezan a darse cuenta de que se puede vivir perfectamente sin necesidad de consumir tanto. ¿Nos acordaremos de esto cuando pase la crisis...?

      


2.- Los poderes públicos, los estados, por medio de las autoridades políticas que gestionan el interés general, son -y serán- los encargados de tomar las medidas que vayan siendo  necesarias en cada momento. No se está escatimando en gastos. Se ha establecido una "economía de guerra": todo estará al servicio del bien común y todos han de colaborar. Sin fisuras. Todo esto puede verse en medidas tan fuertes de planificación económica como las tomadas por gobiernos declaradamente "neoliberales" como los de EEUU y Alemania. (En este último caso, incluso se ha renunciado ya a la sacrosanta idea del "déficit cero". Ahí es nada.)

   Es más, cuando dentro de un tiempo pase la crisis sanitaria, las economías del mundo van a quedar tan tocadas que solo las inversiones públicas y la planificación económica podrán hacer frente al desastre. A tal efecto, los bancos centrales inyectarán a la economía cuando dinero haga falta, el cual se destinará a los sectores que se consideren más necesarios. Y el destino y la gestión de ese dinero habrán de ser controlados por el estado. Habrá de darse cobertura social a todos los nuevos desempleados. E incluso, por fin, es posible que se aborde la posibilidad de repartir de alguna  manera el trabajo. Y también es probable que se hable de extender el "trabajo desde casa" en la medida de lo posible. Veremos qué pasa en ese futuro.


  Es evidente que el coronavirus ha llegado en un momento en el que el capitalismo se encontraba en un callejón sin salida, al borde de una nueva -y quizá definitiva- recesión. Es, pues, muy conveniente replantearse qué sentido tiene que unos pocos acumulen gran parte de la riqueza y por qué se ha de permitir que existan los "millonarios", en un mundo en el que los recursos son limitados y la población no para de crecer. En en este sentido, creo -y espero- que el dinero habrá de tener una función distinta a la que todos conocemos y padecemos, en ese proceso histórico repetitivo en el que ha acabado siempre acumulado en manos de unos pocos.

  De esta forma, espero que la mayoría de la ciudadanía empiece a aceptar que el interés de la colectividad ha de estar siempre por encima del beneficio individual. Es decir, se pondrá en práctica alguna forma de "socialismo". Cierto que se llamará de otra forma, que se acuñará otro término para nombrarlo (con palabras cercanas a las ideas de "solidaridad, "fraternidad social", "colaboración", "cooperación"...). Cierto que tendrá otra simbología. Pero será algo en la línea del socialismo. La "mano invisible" de  la que  hablaba Adam Smith no tiene capacidad para remontar esta situación. 

3.- El Secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha pedido un "alto el fuego general" en los diversos conflictos armados que asolan nuestro planeta. Se trata de "unificar esfuerzos" para luchar contra la actual pandemia, que ha de ser considerada como el verdadero enemigo que tiene hoy la humanidad. En su comunicado, se aclara que la pausa en los combates "ayudará a crear corredores para suministrar ayuda vital, abrirá oportunidades para la diplomacia y permitirá llevar esperanza a los lugares más vulnerables al COVID-19". 

   Las palabras del Secretario General de la ONU suenan a gloria bendita a los oídos de un terco pacifista como yo. Quizá muchos empiecen a ver que ningún conflicto armado puede traer la paz, que los problemas solo se solucionan llegando a acuerdos y que los grandes -y casi únicos- beneficiarios de una guerra son los fabricantes y vendedores de armas.


  Para terminar, he de aclarar que quien suscribe estas líneas no explica la realidad y el comportamiento de los individuos y de las colectividades en base a "ciencias" tales como la filosofía, la política, la religión o el derecho positivo. No creo en "buenos y malos" ni en que los "ajustes de cuentas" sirvan para nada. Porque para mí todo tiene una explicación -y una solución- científica. Es decir, son la biología, la química y las teorías del aprendizaje (y del "desaprendizaje") las ciencias que explican el comportamiento. Naturalmente, eso no quita que todo haya de encauzarse, en la práctica, mediante la elaboración de planes sociales y de leyes aprobadas por los representantes políticos. Por supuesto. Pero quería aclarar dónde me sitúo ideológicamente: me sitúo al lado de la explicación científica de  la realidad, al lado de la racionalidad. 

   Aquí lo dejo. Quizá soy demasiado optimista. Ya se verá. Pero tengo esperanza en que la tragedia del coronavirus permita abrir algunas puertas a nuevas visiones de la realidad y a un mundo mejor.