No molesten, por favor...

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lunes, 14 de diciembre de 2015

La competitividad universal o el fracaso de la civilización 

  Las ideas de competición, de victoria, de derrota, de lucha, de  eliminación y otras similares parecen tener que acompañar siempre al homo ¿sapiens? por dondequiera  que vaya. Y ya sé lo que es la "supervivencia del más apto", la "selección natural" y todo eso. Pero creo que el cerebro lo tenemos para algo. Entre otras cosas, para comprender que los instintos innatos en nosotros (adaptación al medio, supervivencia, reproducción) pueden sublimarse y encauzarse de una manera más civilizada. Me explico.

  No es sólo que la idea de la competición/competitividad esté presente en la organización política, económica y social. Eso ya parece que no va a tener solución y, desde luego, es un planteamiento que condena  al homo ¿sapiens? a ser un esclavo (a nivel individual y colectivo) toda su vida.

Entre los asnos también los hay inteligentes. Por otra parte, algún día explicaré que versus nunca significó "contra" en latín. Aunque me temo que eso es otra batalla ya perdida...


  Es que sucede que también está presente en el deporte de manera casi inseparable. Ya me cansa oír hablar de los "valores del deporte". ¿Qué es eso? Es un eufemismo que quiere decir que siempre hay que esforzarse para vencer a alguien. A un rival hay que derrotarlo. Como si fuera una guerra. Eso no quiere decir, ni mucho menos, que yo no considere algo muy necesario hacer ejercicio físico de manera moderada y practicar juegos. Ambas cosas son muy, muy convenientes para la salud y la felicidad. Pero competir, no. Seguro.

   Pero la verdadera razón de este artículo no es recoger lo que acabo de escribir. Porque, entre otras cosas, son asuntos sobre los que hablo y escribo con mucha frecuencia. Y, de una u otra manera, ya los doy por inamovibles. El motivo es que, observando un poco estos días las diferentes cadenas de televisión, y reflexionando un poco, llego a la conclusión de que el homo ¿sapiens? es incapaz de crear nada si no lo vincula de manera inmediata a la idea de competición.

   Todos sabemos que en casi todas las cadenas de televisión hay programas de concurso y entretenimiento. En efecto, unos programas están relacionados con el arte de cocinar. Otros reciben en los platós a chicos y chicas que cantan o que poseen todo tipo de habilidades y talentos. Otras veces encierran en una casa (o en una isla desierta) a un grupo de gente para observar su comportamiento. Más tradicionales son los programas de preguntas y respuestas, donde hay una amplia gama. Pero es que ayer vi que hasta el programa diseñado en torno a la idea de vida saludable y pérdida de peso que emite un canal autonómico está planteado en los mismos términos. Siempre están presentes las ideas de "nominación", "expulsión", "puntos", "votos", "eliminación", "pasar a la siguiente fase", "llegar a la final", "ganar", "perder"... El mismo lenguaje que se usa en las competiciones deportivas. Que dicho sea de paso, está asimismo copiado del lenguaje propio de las confrontaciones bélicas. Y esto sucede incluso cuando los participantes son niños.

  Y yo pregunto: ¿Es que nadie es capaz de diseñar un programa donde las personas vayan a cocinar o a cantar o a convivir sin que tenga que estar planteado como una competición?

   Y para colmo, al final, el ganador obtiene  siempre el mismo premio: dinero (ese otro invento propio de una conciencia oligofrénica...).

  Algunos argumentarán que la competitividad (entre individuos, entre empresas, entre naciones) tiene un lado positivo, y que gracias a ella las sociedades avanzan. Entrar a rebatir esto me parece tan agotador como intentar discutir -y llegar a un acuerdo- con alguien que quiera convencerme de las bondades de la obsolescencia programada; o de que las fábricas de armas son necesarias porque crean empleo; o de que el toreo es un arte. Estancados en estos puntos tan básicos, me temo que no avanzaremos nunca hacia un mundo mejor.

  Cierro el artículo y regreso a lo único que creo que me interesa: la poesía. (Eso sí, entendida en sentido amplio...).

"Yo compito, luego existo". Pero, aunque muy pocos lo vean, con mucha frecuencia "menos es más".

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